jueves, 16 de febrero de 2012




He criado cuervos buenos que

Duermen con sus novias sexys en sus
piezas con dibujos de
Dragon ball y counter strike en el papel que
la insistencia del sol ha logrado poner amarillo.
Son cómodos los colchones
y las sábanas siempre limpias aunque
ellos nunca las lavan.
La heladera llena que nadie llena.
Las cuentas pagas que nadie paga.

Se anidan en las peleas mamadas, en que
nunca pudieron tener un guantecito
de oro como el de Rocky.
Hacen agua en el fondo de la casa que daba a una vía
donde después del 90 dejó de pasar el tren.

Ella dice que las pibas son piolas, que no
quieren compromiso y se agacha y junta del suelo los
cascos brillantes de las motos,
los calzoncillos  XL, las cáscaras babosas de girasol;
y les baja la cumbia que la aturde
mientras la canta.

Clavan clavos en las paredes y los
arrancan.


Ladrones malcriados que entran y revuelven los
cajones, mean las
paredes, violan las
mujeres, cagan  en la
cama matrimonial embroncados por no
encontrar nada de valor.

Tapan con medias los desagües y giran los
grifos en una ciudad en donde
hasta los azulejos se secan.

Es como si vaciaran la casa que
insatisfecha y saqueada
oscureció las habitaciones y puso un
televisor en cada una de ellas;
dejó que la humedad tejiera redes que jamás se rompen;
y que pasaran las voces de los vecinos,
sus miradas antipáticas y mezquinas,
el canto delator de los platos rotos.

Ella baja la cumbia y la canta,
alimenta los cuervos y les da agua.
Los ata con un hilo choricero de los tobillos
a sus jaulas abiertas.

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